lunes, febrero 26, 2007

Un mundo entre el mar y el cielo

Milagrosa Carrero




Salvo los hombres y mujeres de "la mar", pocos saben, y menos se preocupan, del mundo de los barcos, cuyas peculiaridades se reflejan repetidamente en las películas donde el capitán oficia un "enlace nupcial a bordo", o registra las últimas voluntades de algún moribundo, como si fuera un notario. Aparte de esos breves fogonazos peliculeros, son contadas las esporádicas noticias sobre barcos, que llega a nuestros oídos, cosa que tan sólo se produce cuando alguno de ellos se convierte en el protagonista de alguna historia dramática.Estos días, por ejemplo, nos ha asaltado la noticia del barco holandés Ostedijk, que víctima de los gases producidos por la súbita descomposición de la carga, tuvo que ser fondeado, frente a las costas gallegas, mientras la tripulación se ponía a salvo de las tóxicas e irritantes emanaciones, desembarcando preventivamente. Sobre este caso he llegado a oír, en la radio, que el buque estaba a la deriva, nada más lejos de la realidad, pues aparte de permanecer asido al fondo por el ancla, ha contado con el apoyo físico de varios remolcadores, para orientarlo en función del viento, que lo mantenían perfectamente controlado.

Más aun nos ha llamado la atención el caso que días atrás ocupaba varias primeras páginas de la prensa, el Polar, barco "negrero", que con 176 inmigrantes ilegales a bordo fue, tras ser fondeado por ambas anclas, abandonado a su suerte, por la tripulación, frente a las costas de Gran Canaria. Toda esta humareda amarilla alrededor de estos escándalos marítimos dan la impresión de que el mundo de los barcos fuera, una especie de reino de "Sodoma", al margen de la ley.

Lo cierto es que un barco es un mundo separado, una pequeña parte de un país en medio del mar, que lo mismo atraviesa aguas territoriales de distintos estados, que surca aguas internacionales. Y es curioso, porque si un Capitán de cualquier buque, bajo pabellón español, se encuentras con un polizón ilegal a bordo y lo acoge, le está dando entrada a su país, y se verá en la tesitura de tenérselo que quedar hasta que lo devuelva al país de origen, o hasta que recale en un puerto español, para su posterior extradición.

Es terrible porque el capitán sabe que si lo ignora se quita un problema de encima , y aunque se le caiga accidentalmente por la borda, nadie reclamará, pero que en cambio se busca tremendas complicaciones si lo recibe, porque es frecuente que ningún país quiera hacerse cargo de estos visitantes no invitados, que simplemente son inmigrantes ilegales.

Realmente, cuando un barco, opta por rescatar a los náufragos de un buque a la deriva, o de una patera, se esta buscando un problema, de hondo calado, que evitaría con un suave giro del piloto automático, toda avante , y proa hacia el horizonte. Ni siquiera pasaría nada si descuidadamente le pasara por encima, y lo hundiera.

El problema que se le plantea a cualquier barco que se encuentre con otro a la deriva no es chico, porque aunque la ley obliga a los buques a prestarse asistencia, pudiendo incurrir en una falta grave o delito, en caso de no acudir debidamente en su socorro, el hecho de prestárselo supone asumir la responsabilidad de unos tripulantes, o un pasaje, que de venir indocumentados, pueden ponerlo en un serio aprieto, como le sucedió el verano pasado al pesquero español Francisco Catalina, que tras molestarse en interrumpir la faena, en plena campaña de pesca -con las pérdidas económicas que eso conlleva-, para rescatar a 51 inmigrantes subsaharianos, frente a las costas de malta, necesitó de la intervención del Ministerio Español de Asuntos Exteriores, a través de su embajada en Malta, para exigir a las autoridades de ese país el cumplimiento de los convenios de organización marítima de 1986, ratificados por ambos países, para poder desembarcar a los náufragos.

Menos mal que el pesquero español faenaba bajo bandera Española, que viene a ser como ser un trocito de España en el mar, que cumplidas sus no despreciables obligaciones, y un sin fin de requisitos ampliamente documentados, puede ampararse en nuestras leyes y recabar la protección del Estado en estos casos.

Pero la globalización también afecta a los barcos, y ya hace muchos años que numerosos barcos mercantes navegan bajo pabellón de conveniencia, asumiendo la nacionalidad de países, que por intereses económicos exige a sus buques unas condiciones infinitamente menos rigurosas, considerablemente más baratas, y por supuesto de menor calidad, tanto a nivel de seguridad del propio barco, como a nivel de personal.

Por presentar un dato, de los 289 buques mercantes controlados por armadores españoles, sólo 175 operan bajo pabellón español, haciéndolo los 114 restantes bajo pabellón de conveniencia. Este sistema se repite preocupantemente, por sus nefastas consecuencias, en la flota pesquera. Baste saber que en solo 10 minutos y 88 euros se puede tener un pabellón de conveniencia. Son los llamados barcos piratas, que con bandera de Liberia, Belice o Camboya, no solo evitan pagar impuestos, sino que se zafan de múltiples responsabilidades exigidas en los demás países, siendo los que ocasionan más problemas, al medio ambiente, a los profesionales del mar, y a los otros barcos, pequeños mundos desconocidos, entre el mar y el cielo.

Milagrosa Carrero.
Profesora de Secundaria y Piloto de la Marina Mercante