domingo, marzo 05, 2006

LA GUERRA DE LOS DOS MUNDOS

No presumo de entender, ni alcanzaré a explicar -si acaso a contar lo que ven mis ojos- el eterno conflicto que cambiando de protagonistas, de motivos aparentes, y hasta de métodos, obliga a los diferentes pueblos de la historia, a enfrentarse repetida y sistemáticamente por la riqueza y el poder.

Hasta hace poco, la guerra fría nos ofreció este curioso fenómeno, que redujo al mundo, a la omnipresente presencia de dos potentes fuerzas, en un continuo pulso: El Imperio Americano contra los llamados Países del Telón de Acero.

Yo soy de las que pienso que el germen de todo conflicto se basa en intereses materiales, independientemente del argumento usado para mover a las masas.

En nuestro concepto posesivo de los bienes naturales, apenas el aire sigue siendo el único considerado de libre disposición, y patrimonio universal, mientras que la posesión del resto de los recursos naturales, se consideran de titularidad privada, quedando en manos de sus propietarios la llave del bienestar y del desarrollo de las comunidades o países, por lo que no es de extrañar que su propiedad y control suscite más de una disputa.

La lucha por el control de sustancias básicas, abarca, en nuestro mundo globalizado, desde pleitos por recursos relativamente abundantes como el agua, hasta la dramática pugna en torno a las reservas energéticas de hidrocarburos, que mantiene en ascuas determinadas zonas del planeta, donde los conflictos no cesan, y las guerras se suceden.

El propio Ramsey Clark, presidente de International Action Center, y ex Fiscal General de EEUU, aseguró en una carta escrita al Secretario General de NNUU, Kofi Annan, y a los miembros del Consejo de Seguridad, que la única explicación racional para la guerra contra Irak, es la intención de EEUU de controlar y explotar el petróleo iraquí, financiar la guerra –y el volumen de capital que mueve-, beneficiar a las compañías y a la industria petrolera estadounidense con la adjudicación de contratos, controlar el precio del petróleo para enriquecer a EEUU, y extender su poder geopolítico en la región.

Pero las guerras no transcurren únicamente en el frente de batalla. Los efectos económicos son otro objetivo principal, para los contendientes y así mientras que en 1990, Sadam Husein exportaba 3.5 millones de barriles al día, desde la invasión del 2003, que sembró de gaseoductos incendiados el perfil de costa, la producción ha caído actualmente a menos de la mitad. Por otro lado, el riesgo mantenido que sufren las infraestructuras petrolíferas, por el ataque de grupos resistentes, hace desistir a los inversores extranjeros, generando una inestabilidad económica que no beneficia a nadie.

Las continuas intervenciones de EEUU en la zona, empezando por su apoyo al partido anticomunista iraquí Baas, en el golpe de Estado perpetrado en 1963, suministrandole dinero y equipamiento, todo ello con el fin de evitar la nacionalización del petróleo, llegando a proporcionar a los baasistas miles de bombas -al menos un millar de ellas de napal-, el clima de malestar creado por la aplicación de las sanciones impuestas a Irak por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas -durante el mandato de Sadam Hussein-, tras la invasión de Kuwait, llegando a causar la muerte de entre 500.000 y 1.000.000 de niños, en 12 años según cifras de NNUU, y el agotamiento producido por la devastación de una injustificable guerra, con más de 250.000 víctimas mortales, y que ha arrasado las más elementales infraestructuras, aun por reconstruir, como las redes de abastecimiento de aguas, y de alcantarillado, o incluso los hospitales, son heridas abiertas en la sensibilidad de los países islámicos, que han contribuido, junto al estado de sitio, al que Israel somete al pueblo Palestino, en los territorios de Cisjordania y Gaza, a generar un profundo rechazo, si no rencor, hacia todo lo americano, y no quiero, pensar que lo occidental, a la vez que una profunda necesidad de reafirmación de su identidad, que ha desembocado en la victoria del partido radical Hamás, en los recientes comicios palestinos.

No creo que la guerra de las viñetas, que ha arrastrado a tantas y tan sangrientas, en ocasiones, manifestaciones de protesta, pueda entenderse como una respuesta aislada al episodio puntual de la publicación de unas caricaturas, por muy provocadoras que pudieran resultar, creo más bien, que estamos asistiendo a la sublevación del mundo árabe como una forma de rechazo a la depredadora política imperialista americana, que con cualquier pretexto, se empeña en intervenir en la zona, persiguiendo la administración de unos codiciados recursos, vitales para el desarrollo de los pueblos árabes, distorsionando, en este afán, la imagen que el mundo islámico percibe de la cultura occidental.

Una cosa es cierta, que las reservas de petróleo y de gas son un bien limitado, y que mientras exista esta interdependencia energética, la más mínima fluctuación del precio del barril altera gravemente la economía mundial. Limitar esa dependencia, desarrollando nuevas fuentes de energía, para que el comercio de los hidrocarburos sea uno más, sería un gran paso que disminuiría la codiciosa lucha por el control de las reservas, pero el tiempo es oro, y mientras esta situación se resuelve, se impone con carácter urgente el sentido común y el diálogo, entre el mundo Islámico y el Occidental, para acabar con esta especie de guerra de los dos mundos.

Milagrosa Carrero Sánchez


http://milagrosacarrero.blogspot.com/

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